Algunos lo consideran un símbolo de debilidad, de inseguridad, o incluso de desconfianza en uno mismo. Otros, por el contrario, lo ven como un modo de reafirmar un estado de plena preparación y de tener controlados todos los detalles ante la disputa de un partido. Opiniones, al igual que manías y supersticiones , hay miles.
A modo de curiosidad me gustaría hacerme eco de algunos secretillos confesables de jugadores y técnicos en los que más de uno/a se verá representado. En la previa del partido , desde la ‘nave nodriza’ del vestuario, se vislumbran 12 planetas particulares describiendo distintas órbitas, algunas completamente opuestas y contradictorias a lo largo del Cosmos. Allí confluyen los ‘marcianos de orejas trompeteras’, ensimismados y conectados a su mp3 a través de auriculares, grandes y pequeños, con un volumen que invita al resto a ser quien proteja sus oídos con tapones, tanto por el subidón de decibelios como por el tipo de música, similar en muchos casos al ruido de cualquier lavadora centrifugando a máxima potencia. En la galaxia de al lado , otros recurren a la ayuda divina (que nunca viene mal), a través de algunos versículos de la Biblia y una posterior oración en silencio. Viendo el rendimiento de esos jugadores con los que he convivido… o ‘ el de arriba’ fala portugués o está de guardia permanente en lo más alto del Acueducto. Y me van a permitir cambiar de tercio , porque a la hora de empezar a vestirse comienza un ritual más propio del mundo del toreo. Chaquetilla, chaleco, fajín y corbata dejan paso a la equipación de juego. Bajo la camiseta, la mayoría de las veces hay otra de algodón, desgastada por el uso y en la que, prestando mucha atención y con mucha imaginación , puede detectarse una foto de los más peques de la casa o alguna frase con dedicatoria. Por abajo, las medias a la altura del tobillo , fijadas minuciosamente con esparadrapo después de introducir las espinilleras con estampitas de Vírgenes y Santos para amortiguar el impacto de alguna mala patada que pueda escaparse. Aquí no hay mozo de espadas pero todos esperan el momento: “Maestro, es la hora”.
Mención aparte merece la figura del portero. Considerado por muchos como una especie rara o en peligro de extinción, por prestarse a recibir continuas embestidas de forma esférica, y al que muchos catalogan como loco , aunque yo nunca he visto un loco más cuerdo. Hará lo posible por evitar mudar la piel de ese color talismán, apostará doble contra sencillo por defender primero una determinada portería o, antes del pitido inicial, se pondrá frente a sus postes, los tocará, acariciará, susurrará y acabará sucumbiendo ante ellos para acabar besándolos. Todo vale en la ceremonia de cortejo para que en ‘el reino del área’, su hábitat natural, el portero siga siendo el macho Alfa dominante.
Muchos quedan en el tintero: Jugadores que viven del gol y cambian de zapatillas si no ven puerta, otros que dejan extendida una camiseta en el suelo del vestuario, algunos que finalizan el calentamiento realizando un último lanzamiento a portería vacía viendo cómo el balón besa las mallas, o ese baile-danza final en los momentos previos de afrontar la salida al túnel…y no me olvido de esos técnicos que apuestan por no afeitarse el día de partido, utilizan los zapatos de la suerte, no deshacen el nudo de la corbata mientras se van ganando partidos, o no cruzan la cancha para ir al banquillo sino que la rodean… pensándolo bien, quizá es mejor no ser supersticioso… da mala suerte.