Entrenador o Educador

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Entrenador o Educador

Autor: |31/12/2015|Categoria: Artículos de opinión, Magazine|

El siguiente artículo es un interesante planteamiento de la realidad del mundo del entrenador en la base de nuestro deporte. Árbitro de División de Honor de la LNFS, Director del Departamento de Deportes de Educación y Gestión de la Comunidad de Madrid y Responsable Arbitral, nos deja planteada una muy interesante visión de la figura del entrenador en la base, sus responsabilidades y su relevancia como educador.

ENTRENADOR o EDUCADOR 

Una hora antes de un partido benjamín o alevín. El delegado y el monitor llegan puntuales. Hacen su trabajo responsablemente, preparan el vestuario, colocan las redes, etc. Empiezan a llegar los chavales a cuenta gotas, uno con su padre, otro en autobús y otro andando porque vive al lado del campo. Justo aparece el árbitro por la puerta del polideportivo y allí, como es habitual en casi todas las categorías, no encuentra al delegado, cuya función es recibir al equipo arbitral y acomodarle en un vestuario, asistiéndole en lo que necesite. No sólo el llevar las fichas, porque entonces habría que cambiar la denominación de la figura del delegado por la del “traedor o llevador” de licencias.

El árbitro le pregunta a un niño: “¿Dónde está tu entrenador chaval?” A lo que el niño suele responder “no sé”. Responde el colegiado: “Dile que estamos aquí”. El niño contesta: “vale”. Este último, con la inocencia y la buena voluntad propia de su edad sale como una flecha para decirle al mister que allí está el árbitro. El técnico, muy ocupado, porque ya se encuentra con todos los chavales y les está dando las consignas para el calentamiento y para el partido, le dice sin mirarlo “bueno ya está ese, que espere, ya voy, que todavía falta mucho”. Ahí empieza la dejación de las funciones y de la responsabilidad que le han confiado los directivos del club al contratarle, así como la primera confusión en el jugador, pues él ha ido muy deprisa porque se lo ha dicho el arbi y el entrenador no ha mostrado la misma celeridad y respeto por el juez de la contienda.

El mister está incumpliendo con sus obligaciones, a pesar de estar haciendo labores propias de su puesto. Entonces cual es el porqué de su negligencia. La razón es clara, cuando uno recibe las clases de psicología en el curso de monitor, el profesor insiste en que la figura del monitor en categoría base es más de educador que de entrenador. La proporción es muy descompensada, un 80 % frente a un 20 %. El que no lo entienda así está muy equivocado. Algún monitor puede pensar que para educar al niño ya están los padres y para enseñarle los profesores, pero lo que no se da cuenta es que a ciertas edades el máximo referente del pupilo es él y lo es por la importancia que los niños otorgan al deporte. Precisamente ese poder del deporte generado por las empresas de comunicación, hace de este un medio ideal para transmitir valores. Aunque el entrenador no tenga que educarle de forma general, sí le debe transmitir la cultura deportiva, la cual incluye muchos aspectos que el niño va a asimilar sin dificultad y va a extrapolar sin pensarlo a los demás ámbitos de su vida cotidiana. Si le enseñan a respetar al árbitro, el niño va a saber respetar a las autoridades civiles que te hacen cumplir las normas; si le obligan a conocer y cumplir con las reglas de juego, el chaval va a respetar que la sociedad está regida por normas, por ejemplo las de tráfico; y si le enseñan a ser respetuoso con todos los participantes de un partido, el crío se comportará de manera similar cuando se encuentre en otro grupo, por ejemplo en el trabajo o en el campamento de verano. Por tanto los monitores han de ser los primeros en demostrar con su ejemplo como hay que comportarse antes, durante y después del partido, haya ganado o perdido. El hecho de ver una actitud u otra provocará una asimilación inmediata de esa conducta por parte del chaval, pues en esas edades una imagen vale más que mil palabras. Por tanto evitemos esos comportamientos impropios de un educador o simplemente de una persona educada. No seamos descorteses para recibir al equipo adversario y al árbitro; no hagamos comentarios despectivos durante el encuentro respecto de algún participante en el encuentro; no seamos agresivos; no nos dirijamos a la grada; no mostremos desánimo ante la adversidad; no menospreciemos a ningún niño, sea del propio club o del adversario; y no pretendamos ganar sin reparar en los medios, porque todo lo anterior se quedará en el subconsciente y, a veces, en el consciente de los niños, haciendo de ellos mejores o peores personas, sean buenos o malos jugadores.

Después de lo anterior, ya en el próximo partido del equipo citado en el primer párrafo, habrá una persona para esperar al equipo arbitral en la puerta. En caso contrario, que será comprendido por los colegiados, pues no se está hablando de liga nacional, el niño irá a buscar al mister, diciéndole que ha llegado el árbitro, y el entrenador irá personalmente o mandará a algún ayudante. Si esto ocurre así, seguro que todo el equipo percibe que los demás participantes merecen un respeto y por ende todas las personas, los padres, los compañeros de clase, los vecinos, todos.

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