En un buen libro titulado el arte de la guerra, un sabio chino dice que hay que ocultar tu forma al enemigo para que nunca te conozca, ni sepa cómo eres y piensas. Quizá por eso dejamos cambiar nuestras reglas para que nos pusieran las “suyas”, para despistar y que nadie sepa que detrás, se esconde un deporte precioso, rápido, rico en táctica, lleno de dinamismo, de espectáculo y de alta variedad en la estrategia.
Otro sabio, en ese mismo libro, dice que es muy importante conocer el terreno de la batalla, así que nosotros, conociendo el desierto en el que predicamos cuando tratamos, por ejemplo de ser olímpicos, estamos agazapados en una pequeña duna esperando tranquilamente nuestro momento para sacar la cabeza y defendernos como sabemos.
Nos hace saber que hay que estar bien organizados, ahora entiendo por qué en los mundiales o europeos tenemos tanto mando que no está nunca con nosotros de normal, tan bien acomodados y comidos, para que puedan tener claridad de ideas de cómo mejorar nuestro deporte.
En una guerra, (hablando metafóricamente), siempre están los de tu bando y los del otro, y como somos muy listos, hacemos ver a nuestros enemigos que no estamos unidos y nos damos tortas una y otra vez entre nosotros, tal vez solo para despistarles y cogerles por sorpresa en una emboscada tipo Ram.
A lo mejor, viendo todo esto, estemos asistiendo a una estrategia perfecta para relanzar el fútbol sala, o tal vez pasen de nosotros y les dé igual lo que pase o la gente que vaya al pabellón. No lo sé, ¿qué pensáis vosotros?