Toda actividad implica una toma de decisiones…
Nuestro conocimiento del estado de las cosas y nuestra imaginación para presuponer alternativas de actos viables padece la limitación de la incertidumbre. Nunca lo sabemos todo, nunca estamos seguros de saber lo suficiente o de no ignorar lo más importante: lo único que siempre podemos prever con absoluta certeza es el acecho de lo imprevisible…
El jugador de fútbol sala se enfrente a altos niveles de incertidumbre.
En Fútbol sala, llamamos toma de decisiones a la capacidad del jugador de ejecutar una acción siguiendo alguna elección consciente de táctica o estrategia. Se define también, como un proceso de selección de una alternativa, entre otras varias, con vistas a alcanzar un objetivo determinado.
Por tanto, en gran medida el entrenamiento del fútbol sala, debe consistir en una actividad que refleje el desarrollo del juego en sí, estableciendo relaciones espacio temporales concretas, que entrenadas en un entorno perceptivo y decisional, nos permitan reconocerlas e interpretarlas con la mayor prontitud en la competición, haciendo jugadores que se anticipen perceptiva y decisionalmente a lo que va a ocurrir o que al menos los jugadores esté más entrenados para responder con éxito táctico a esas situaciones.
Lo curioso es que en el juego no está presente una sola intención, cada jugador tiene la suya propia y frecuentemente hay muy poco tiempo para tomar decisiones. Además debemos hacer entender al jugador que si en matemáticas resolver un problema requiera leer todo el enunciado, en el fútbol sala tomar buenas decisiones se relaciona con que hay que ver todo el juego.
En suma, la toma de decisión tiene que ver con las capacidades del jugador, la tarea que debe resolver y las características del entorno de actuación.
El jugador que interpreta correctamente y toma buenas decisiones, está bien entrenado, y si además lo ejecuta con velocidad: es un jugador ideal.
Sobre la idea aceptada que el fútbol sala requiere actividad mental en lugar de simple capacidad para reproducir, se relaciona «cuando los jugadores eligen conscientemente».
Cada elección tiene sus efectos, sus consecuencias y éstas son las que van haciendo el camino, creando la inteligencia táctica.
Desarrollar la inteligencia de juego, saber “leer el juego” significa que el jugador percibe todas las posibilidades de juego que existen alrededor suyo:
- escogerrápido y leer bien el juego.
- escoger y realizar rápido y bien, en un juego que exige coherenciay coordinación de acciones entre compañeros.
- realizar rápido y bien en relaciones de espacioy de tiempo cada vez menores.
- dominar la presión
Este fenómeno de elección consciente conforma la capacidad de autodeterminación. Esta sensación de «estar al mando» hace crecer la autonomía, la capacidad competencial y la autoestima.
Los tres elementos fundamentales que los jugadores necesitan para conseguir sus objetivos personales. Pero no todo es tan fácil.
Hay, entre otros, un problema que nos impide ser auténticamente libres en nuestra
capacidad de elección: la percepción de la realidad.
Por lo general las personas creemos que podemos percibir las cosas como son. Al pensar esto, estamos «capando» nuestra posibilidad de elegir.
Damos por hecho algo y este «dar por hecho«, nos lleva a cancelar las alternativas posibles sobre las que elegir.
Motivo por el cual además muchas veces interrumpimos nuestra capacidad creativa y de proactividad.
¡Pero es una creencia errónea!
…es cuando un jugador es incapaz de asimilar toda la información necesaria para tomar la decisión correcta ante una situación específica.
El poder de elegir es tan potente que incluso tiene dominio sobre la percepción
de la realidad que nos rodea, normalmente subjetiva, apoyada en nuestra experiencia,
en lo ya vivido, en el pasado y que parece fuera de nuestro control
Normalmente la toma de decisiones en nuestro deporte no está determinada racionalmente, sólo está racionalmente informada. Llega de forma sesgada y llena de ideas preconcebidas.
El neurocirujano Benjamín Libet llamó el cuarto de segundo cerebralmente hablando, al instante de retardo que hay entre que una persona siente un impulso para actuar y el momento que realmente actúa.
Es decir, entre el estímulo y la acción hay un espacio de tiempo que Libet estudió con pacientes quirúrgicos espabilados durante ciertas operaciones pidiéndoles que movieran dedos, pies, un brazo, etc… mientras él observaba su actividad cerebral electrónicamente.
Descubrió que en todos los casos se trataba de un cuarto de segundo. Bien usado, podría ser el cuarto de segundo que podría cambiar tu vida. Este tiempo parece ínfimo, pero tiene una importancia extraordinaria.
Especialmente porque es suficiente para cambiar la interpretación de las percepciones recibidas. Por ejemplo, si oímos un fuerte ruido y estamos paseando estos días de verano por Cabo de Gata, este tiempo de un cuarto de segundo, es suficiente para que concluyamos que no tiene por qué ser una bomba, puede ser la demolición de un viejo bloque de edificios. O que si nos han comentado algo sarcásticamente, puede ser no para herirnos, sino para divertirnos, para provocarnos risa. O que si cae el agua del vaso de nuestra hija en la mesa cuando estamos comiendo y moja el plato de carne, no es necesario tener una tremenda reacción imparable, sino poder pensar que no estaba tan tierna y que ahora sí. Y un largo etcétera de ejemplos que todos vosotros podréis añadir a nuestro deporte.
En cada momento de nuestra vida y del deporte tenemos la posibilidad de actuar y reaccionar automáticamente, limitando las opciones, y en ocasiones, paralizándonos o enfureciéndonos y atacando,… o también podemos aprovechar el cuarto de segundo y percibir de otra forma, eligiendo conscientemente cómo queremos ver lo que ocurre a nuestro alrededor.
No quiero deciros que siempre será posible utilizar este poder mágico de nuestra mente. Pero, por el contrario, sí siempre viajamos en nuestra vida con el piloto automático, viviremos reactivamente, a merced de nuestros impulsos, esclavizados por el miedo, la rabia, la ira, la tristeza, etc…
Todos sabemos que es muy diferente enfurecernos y sacar nuestra rabia interior conscientemente, con control, sabiendo que manejamos la situación, versus cuando lo hacemos inconscientemente, movidos exclusivamente por nuestro instinto.
Una amígdala excitada continuamente puede convertirnos en personas que pierden los estribos con facilidad, que entrar en estados de ira inconsciente, agresivos, que les gana la partida el miedo a cambiar, a vivir, que se encuentran deprimidos, que han perdido la esperanza.
Hay que ganar el poder sobre la capacidad de elección, aprovechando el cuarto de segundo que nos permite cambiar la primera impresión, la percepción acostumbrada.
Y llevar la elección a la acción.
La buena suerte hay que construirla, tomar decisiones y estar preparado para esforzarse pasando a la acción, suele ayudar a reducir el azar,